Lo que Ray Bradbury le diría a un joven escritor con la “mente en blanco”

Por fin llegó el día, aquel que marcará un antes y después en toda tu vida y le darás una solución a tu crisis existencial: ¡Vas a escribir tu primera novela!

Tus manos sudan de la emoción. Tienes una historia que llevas en mente desde hace años y crees que es la mejor y jamás escrita de su género, un éxito asegurado. Luego de leer cien libros sientes que ya estás listo, y ese escritor que llevas dentro te dice con voz decidida: “¡Ánimo! Vamos a escribirla”.

Enciendes la laptop, abres Word, tus dedos se postran sobre el teclado y… te quedas en blanco.

Y bien, han pasado 15 minutos y la hoja de Word se mantiene virgen. Aún no sabes cómo empezar la maldita historia. ¡Oh! Se te ocurrió algo, tecleas. Dejas de teclear: un párrafo de diez renglones. Lo lees. Algo tiene que está mal y terminas borrándola. Volviste a donde empezaste: en blanco. Miras el reloj: ha transcurrido una hora desde que encendiste el ordenador. Abres el navegador con la esperanza –o excusa– de buscar algo que te inspire, sin embargo, te metes a Facebook. Estás riéndote de las nuevas y ridículas publicaciones cuando te das cuenta que ¡no has escrito nada! Regresas al Word y checas de nuevo el reloj: han pasado tres horas y sigues en blanco. Transcurre otra hora y sigues en blanco. Estás al límite de la desesperación.

De repente, escuchas una voz familiar pero con tono perverso. ¡Puf! Un tú miniatura con un corriente disfraz de diablo aparece flotando a un lado tuyo y por una extraña razón no te quedas perplejo. Te aconseja: “Deberías escribir algo que sientas realmente”.

¡Puf! Aparece otro tú miniatura pero vestido de ángel, igual de corriente. Con su voz comprensiva te dice: “Algo que le guste a la gente”.

¡Puf! Aparece tu maestro de literatura y te recuerda: “Que signifique un reto intelectual”.

¡Puf! Tu amigo que estudia diseño te recalca: “No olvides la riqueza estética”.

¡Puf! Tu amigo de las borracheras: “¡Con acción, carnal!”.

¡Puf! La ñoña e insoportable compañera de clases que siempre cuestiona todo: “Con contenido crítico y social”.

¡Puf! Tu amiga que es fan de Paulo Coelho: “Que haya romance”.

¡Puf! El chilango que vende tacos al pastor: “Que sea vendible, mi chato”.

¡Puf! La chica que te gusta: “¿Puedes dedicarme unas líneas?”.

¡Puf! Tu papá: “Que no nos deje muy ridículos”.

¡Puf! Tu mamá: “¿De eso piensas vivir?”.

¡Puf! El jefe de tu trabajo que no le caes bien: “Algo sutil, ¿ni eso puedes hacer bien?”.

¡Puf! Dan Brown, quien carga su libro Código Da Vinci para parecer lo más erudito posible: “Que esté basado en hechos reales. Yo te paso unos tips para que pegue de a huevo”.

¡Puf! Steve Jobs, con un iPod en la mano: “Que sea personal, autobiográfico. Hazlo antes de que mueras de un cáncer y todos se olviden de ti”.

¡Puf! Tu perro: “¡Algo lindo!”.

Gritas de la locura. Desvaneces a las miniaturas flotantes con la mano y lanzas la laptop contra la pared, que explota al impacto. Saltas por la ventana del cuarto y mueres al caer…

Despiertas sobresaltado, todo fue un sueño. Ya es de noche. La laptop está en descanso, la despiertas. Lo primero que ves es la hoja de Word, aún en blanco.

Tu expresión se torna de decepción cuando de repente una luz exageradamente brillante traspasa el techo de tu habitación y de ella desciende una persona de edad avanzada aunque parece que goza de buena condición. Tiene el pelo largo y canoso, utiliza gafas y viste un traje formal como el de un conferencista. Lo reconoces en cuanto la luz se desvanece: ¡Ray Bradbury!

Quién iba a pensar que uno de los mejores escritores prolíficos de la ciencia ficción del siglo XX aparecería en tu habitación y en un momento crucial. Han pasado años desde su muerte en 2012, pero sus más de veinte textos escritos, entre novelas y cuentos, siguen cautivando –y generando ganancias en las editoriales– entre las nuevas generaciones de lectores, de los que se encuentran los memorables Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas.

Bradbury te pregunta qué es lo que te sucede. Tú empiezas a explicarle algo perplejo que tratabas de escribir tu primera historia y que no tenías idea de cómo empezar…

El escritor hace un gesto con la mano para que te detengas. Te vuelve a hacer la misma pregunta, esta vez en un tono que da entender que ya conocía el problema del por qué no podías escribir, sino que le dijeras cuál es realmente el problema de tu bloque creativo. A partir de eso empiezas a reflexionar la respuesta y ahora entiendes qué es lo que el escritor trata de decirte.

Para resolver tu problema de la “mente en blanco”, Bradbury inicia una conversación sobre algunos consejos basados en su experiencia como escritor para producir textos de calidad y mantener viva la creatividad.

Después de dos horas de una amena plática, Bradbury se despide con una cordial amabilidad. Le agradeces los consejos y antes de que le preguntes qué se siente estar muerto, Bradbury desaparece en una fugaz luz cegadora.

Regresas a la laptop. La enciendes. Abres Word. Es casi medianoche, pero te pones en marcha hasta que esa adrenalina que corre por tus venas se drene mientras escribes tu primera historia de muchas que tienes en puerta.

¿Qué fue lo que te dijo Ray Bradbury, joven novelista?

“Si escribes una historia corta cada semana, algo bueno saldrá: es imposible escribir 52 historias malas seguidas”

La realidad literaria es que ningún autor empezó escribiendo una novela, sino que antes había escrito varios cuentos para mejorar su escritura y perfeccionar su narrativa. Sin embargo, la principal razón por el que debes empezar escribiendo cuentos es porque las novelas son largas y la carencia de experiencia en escribir provocaría un cansancio mental y conducirte al bloque creativo: tienes la historia, pero no sabes cómo plasmarla realmente.

Cuando se escribe por primera vez es típico que redactes palabras, frases o situaciones que pueden ser eliminadas porque no aportan relevancia o son innecesarias porque no afectan la narrativa de tu historia. ¡Todo lo contrario! Entre más breve seas para escribir y menos explícito para describir, ¡mejor! Al menos que sea necesario, como en el caso de los géneros de fantasía, ciencia ficción y surrealismo donde el autor nos transporta a un mundo inexistente y habitado por personajes abstractos que son producto de su imaginación.

Entonces, tal como sucede con la paleta Tutsi Pop: ¿Cuantos cuentos se necesitan para llegar a la novela? Bradbury dijo que si alguien quiere empezar a escribir, debe empezar con “una cantidad endemoniada de cuentos”, al menos uno por semana, como él lo hacía. También aseguró que es imposible escribir 52 malas historias una tras otra. En su caso, después de su cuento número 30, él escribió su primer libro: Fahrenheit 451. Por supuesto que cuando quieres aprender a crear algo no te sale a la primera… ni a la segunda… ni a la tercera y eso que ésta es la vencida como vulgarmente se dice.

Escribir cuentos perfeccionará tus habilidades narrativas y pulirás ese estilo propio que moldeará tu característica identidad literaria, además de encontrar el género con el que más te sientas cómodo o encuentres mucha tela de donde cortar y sacarle ese provecho que otros no hicieron o no han hecho y que sólo tú lo has visto.

Si aún no tienes claro cómo escribir un cuento entonces lee varios de ellos para familiarizarte con su estructura narrativa e identificar los elementos que lo diferencian de la novela. Autores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, H.P. Lovecraft, Edgar Allan Poe o los Hermanos Grimm tienen una grandiosa e imaginativa recopilación de cuentos con su peculiar estilo narrativo que te ayudaría a mejorar la sintetizad de tus historias.

“La respuesta a cualquier carrera es el amor”

Si eres escritor, has de tener a tus ídolos de la literatura y quizás uno de ellos te ‘empujó’ a querer formar parte del mundo de las letras. Sin embargo, tener en mente a tu ídolo como modelo a seguir mientras desarrollas tu historia podría ser contraproducente o estarías cometiendo un error, Señor Creativo.

La inseguridad de los escritores noveles al escribir es tal que a veces tienden a apoyarse tanto del hombro de un autor que incluso llegan a imitar su homogeneidad narrativa para no perderse en el camino. El peor crimen que podrías cometer es el plagio, lo que te costaría tu prestigio como escritor. Digamos que quieres escribir como Gabriel García Márquez, desde ahí estás mal porque tú no eres García Márquez ¡y nunca lo serás! El estilo de García Márquez era el realismo mágico, cuyas obras tienen el interés de mostrar lo irreal, ilógico o extraño carente de bases científicas como algo normal, cotidiano o común. Si eres escritor es porque tienes algo que contar, algo derivado de tu sentir, de esa personalidad tuya que te diferencia de los demás. ¡Sé tú mismo! Se entiende que es una crisis de creatividad pero la mayoría de los escritores pasan por eso, incluso Bradbury.

El escritor norteamericano empezó a escribir tratando de imitar a sus ídolos: H. G. Wells (La guerra de los Mundos), Julio Verne (Viaje al centro de la Tierra), Arthur Conan Doyle (Sherlock Holmes) y L. Frank Baum (El maravilloso mago de Oz). Sin embargo, el antes escritor novato comprendió que podría amarlos pero no reemplazarlos. Él escribía lo que él quería escribir, plasmaba sus emociones en historias basadas en una visión que sólo él contemplaba. Gracias a esta orientación propia, Bradbury se convirtió por sus propios méritos en uno de los grandes escritores de ciencia ficción junto a sus ídolos.

Cada cabeza es un mundo, así que muéstranos ese mundo que tú sólo conoces a través de tu escritura.

“Cada una de mis historias es una metáfora que puedes recordar”

Si Bradbury siguiera vivo, cada vez que fuera a una librería le saldrían canas verdes al ver un montón de libros que a primera vista se aprecia que es literatura basura.

El escritor prefería el antiguo estilo de la narrativa, actitud que mostró al expresar su disgusto por los ensayos publicados por la revista The New Yorker. “Aléjate de la poesía moderna, es basura”, eso sostuvo hasta la muerte.

La razón de su negatividad era porque afirmaba que la literatura actual “carecía de metáfora”, un recurso literario que nutre la creatividad y fortalece la calidad de las historias. Él aconsejó recolectar la mayor cantidad de metáforas posibles para crear las propias. Para su búsqueda de metáforas, Bradbury leía a sus preferidos: Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier.

Sin embargo, debemos recordar que cada uno de nosotros nos desarrollamos en contextos temporales con creencias y situaciones cotidianas diferentes a la de anteriores épocas, por lo que simpatizamos con lo que nos rodea, y eso es lo que fue con Bradbury: su gusto estaba influenciada en una ideología con el que se identificaba.

En la actualidad, la literatura ha expandido sus fronteras gracias a los autores modernos y no significa que esto sea una desgracia, aunque, claro, los altibajos son inevitables.

Tomo el caso de Crepúsculo, escrita por Stephanie Meyer, que fue un fenómeno mundial literario, especialmente entre jóvenes lectores. También me dejé llevar por el fenómeno y lo leí. Desde mi criterio –siendo neutral– es una obra que entretiene y que podría sacar suspiros a las chicas por ser una historia de amor entre una joven con crisis de identidad (con quien se identificaban) y un vampiro guapo, sexy, educado y amable (por el que sueñan tener), pero que carece de “calidad” narrativa, es decir, no aporta nada a la reflexión como lo hacen los grandes escritores que no sólo quieren que los leas, sino que te invitan a pensar sobre los temas que plantean en sus historias. Sin embargo, Meyer fue inteligente al dar en el blanco: escribir una historia del que cualquier chica adolescente sueña tener. También el mérito de Meyer fue haber sacado a los jóvenes de la hipnosis televisiva para llevarlos al mundo literario y lo conocieran, algo que pocos autores logran. Si les gustó este mundo, los jóvenes lectores buscarán otros libros después de Crepúsculo que llene ese hueco que les dejará, y con el tiempo madurarán como lectores y comprenderán la calidad de una narración.

El fenómeno Crepúsculo abrió una nueva frontera para que otros autores escribieran para la audiencia adolescente, dando como resultado el género popular young-adult, donde los protagonistas son jóvenes y se enfrentan adversidades, comúnmente crueles y oscuros, que ponen a prueba sus creencias, principios y condición humana. La obra más representativa del young-adult es Los juegos del hambre de Suzanne Collins, la historia de una adolescente en un mundo post-apocalíptico que es elegida para una espectacular y sangrienta competencia televisiva creada por el Capitolio –que vendría siendo el Gobierno– donde se enfrenta a otros participantes –también elegidos al azar– para matarse unos a otros hasta quedar un sobreviviente que es el ganador. El objetivo de estos “juegos” es mantener sumisos a los Distritos –similares a los Estados pero con menor población y de bajos recursos– que viven en la decadencia. Los juegos del hambre me parece una excelente obra literaria para jóvenes por tener un estilo narrativo fluido, fácil de digerir por la sintetizad de las acciones y el simbólico mensaje político moderno que inteligentemente metaforiza en la trama: los gobiernos controlan el poder sobre la sociedad a través de los medios de comunicación.

A pesar de lo dicho, si quieres buscar calidad literaria al instante es mejor que le tomes la palabra a Bradbury: hay un catálogo extenso de libros que dejarán una huella en tu corazón o te marcarán por mostrarte un panorama diferente sobre la vida; varios de ellos fueron escritos antes del nacimiento de Cristo, como las obras filosóficas de Sócrates, Platón y Aristóteles, a quien muchos maestros de literatura recomiendan leer para convertirse en un buen escritor.

“Todas las historias raras y buenas que escribí surgieron de mi subconsciente”

Bradbury dijo que como escritores debemos amueblar nuestra mente, es decir, mantenerla despierta leyendo toda la diversidad de textos, como arqueología, zoología, biología, filosofía, política o, claro, literatura. “Lee una historia corta, un poema y un ensayo todas las noches antes de irte a dormir”, dijo. De esta manera, vas incorporando información que te será útil para renovar tu creatividad y escribir más historias.

Según los expertos, lo recomendable es que le dediquemos a la lectura al menos 30 minutos todos los días. La sugerencia no sólo está dirigida a aquellos que no tienen el hábito de leer, también es para los lectores habituales que tienen otros labores que desempeñar a lo largo del día y que se excusan de no tener tiempo para prestarle atención a un libro. De ser así, antes de ir a la cama es el mejor espacio para leer un rato. Sin embargo, Bradbury afirmó que la información y la creatividad no sólo lo encuentras en la lectura, sino también afuera. “Cuando era pequeño, solía pasar los fines de semana en la entrada de la casa de mis abuelos, escuchando las conversaciones de los mayores. Luego, escribía sobre lo que había escuchado”, recordó en su momento.

Todas las historias ficticias que escribimos están inspiradas en nuestras experiencias o las de alguien más. Es aquí donde tu vida social tiene un papel importante. Si eres de los que no se interesan en participar en actividades sociales, entonces sal de tu zona de confort, haz una lista de cosas que te gustaría hacer, aventúrate a explorar lo desconocido, participa en eventos, talleres, conferencias o cursos que están fuera de tus intereses, puede que tu concepto de la vida cambie drásticamente al igual que el de tu escritura.

“Si tus amigos no creen en ti, échalos y consigue amigos nuevos”

Este consejo es simple: las personas negativas traen cosas negativas. No va a faltar quién dirá que no eres bueno escribiendo.

“Aléjate de aquellos que no creen en ti; llámalos por teléfono y despídelos”, dijo Bradbury, que para él fue sumamente importante estar rodeado de gente que apoyaba sus creencias y su talento. Esto lo aprendió durante su juventud, cuando él vendía periódicos y sus amigos lo criticaban por no hacer algo útil por su futuro, por lo que les respondía: “Que no me vea como un escritor, no significa que no sea uno”.

“Lee libros espantosos y tontos y lee libros gloriosos y brillantes. Luego, déjalos tener bonitas peleas dentro de tu cabeza”

A pesar de ser un consejo obvio, Bradbury sostuvo que para ser un gran escritor era de ley acudir a la biblioteca constantemente. Sin embargo, fue el único camino que el escritor encontró para crecer profesionalmente. “Yo no pude asistir a la universidad regular porque no tenía dinero, pero fui tres o cuatro días a la semana a la biblioteca durante diez años”, dijo.

Ante la problemática de la poca asistencia a las bibliotecas, Bradbury culpaba a las nuevas tecnologías por distanciar a las nuevas generaciones de estos lugares, los cuales veía como un sitio repleto de sorpresas. “Para escribir, es necesario que dejen de lado la computadora, internet y esa basura; vuelvan a la biblioteca”.

Puede que la biblioteca sea un santuario de conocimiento y el mejor lugar para convertirse en un buen escritor, pero desde mi criterio Bradbury se equivocó en su juicio.

Gracias a que hay más facilidad para acceder al internet, tenemos toda información en la palma de la mano. Adquirir conocimiento jamás había sido tan fácil como ahora y los jóvenes están más “despiertos” y “abiertos” al diálogo ante una diversidad de temas de lo que fueron nuestros padres o abuelos en su juventud. Vivimos en un mundo globalizado con una cultura interconectada de creencias e ideologías que influyen clandestinamente en nuestras vidas, en parte gracias a las redes sociales como Facebook y Twitter.

Las nuevas tecnologías también favorecieron a la literatura, incluso está cambiando nuestra forma de leerla. Los libros en formato electrónico (también llamados e-books) cuestan la mitad o menos de lo que vale un libro impreso. Los libros electrónicos los podemos leer en computadoras, móviles, tabletas o en Kindles, un dispositivo portátil de lectura creado por Amazon.

Sin embargo, en internet existen muchas páginas del que puedes descargar libros digitales de manera gratuita, ya sea “antiguos” o “modernos”. A manera de anécdota, tuve la intención de comprar La cúpula de Stephen King pero me fue imposible por su precio: 399 pesos. Un día por curiosidad busqué el libro en la red, lo encontré ¡y lo descargué gratis! Desde entonces, cada vez que acudo a una librería y le echo un ojo a un libro y me decida por comprarlo, antes me aseguro de que se encuentre en la red de forma gratuita. En el caso de los libros recién publicados es probable que no los encuentres sino hasta dentro unos meses, dependiendo de su popularidad o qué tan protegidos están por la editorial.

Aunque la anterior opción es muy económica y el porcentaje de ciberlectores está creciendo, para mis gustos aún prefiero leer los libros en su formato impreso.

“Llena tus ojos de maravillas. Vive como si fueras a morir en 10 segundos. Mira el mundo”

Bradbury era un fanático del cine y recomendaba ver películas –la mayoría clásicas– para comprender el arte literario.

El buen cine ayuda mucho a que los escritores mejoren su caracterización y descripción narrativa, debido a que el soporte visual les fomenta a materializar imágenes en su cabeza, sobre todo cuando se trata de fantasía y ciencia ficción. Además, para mantener al lector entretenido en un libro como a un espectador en un cine, debes mostrarles algo atractivamente caracterizado o un tema de interés por el que se dejen llevar.

Algunos escritores también desempeñaron como guionistas cinematográficos e incluso adaptaron sus propias obras a la pantalla, como Michael Crichton (Jurassic Park), Gillian Flynn (Gone Girl), Emma Donoghue (Room) y hasta el mismo Bradbury (Fahrenheit 451).

“No dejes que nadie te pague a menos que crea en lo que haces”

Ser escritor, más que una vocación, es una pasión impulsada por la necesidad de expresar nuestro sentir sobre una perspectiva de la vida, sin embargo, es algo que no deja plata.

Debemos ser realistas en este punto: entregarse totalmente a la escritura no es la mejor estrategia cuando eres novel. Vives en el mundo real donde tienes que sostenerte económicamente desempeñando una profesión. Y Bradbury lo tuvo muy presente: “Si estás metido en la literatura para hacer dinero estás muy equivocado. Mi esposa y yo hicimos votos de pobreza cuando nos casamos; recién pude comprar mi primer automóvil cuando tenía 37 años”.

A pesar de la dureza de la realidad, Bradbury defendió su pasión cuando la industria editorial le pedía escribir algo que no le nacía hacer con tal de ganar dinero. “Una vez, un editor me pidió que escribiera historias sobre fantasmas porque era lo que funcionaba […] Simplemente le dije que no escribiría eso, era suficiente susto ver a un fantasma en el espejo todas las mañanas”.

Todos los escritores, incluyendo los grandes, tuvieron una profesión por el que mantenían su estatus económico además del éxito literario. La mayoría de ellos, aprovechando su don de la escritura, fueron periodistas, editores o profesores en prestigiosas escuelas.

Aunque ser escritor es una pasión que viene del corazón, si quieres alcanzar la escritura de calidad, cualquier profesión académica es una obligación aparte de leer libros.

“Si no amas algo, no lo hagas”

Para complementar el anterior consejo, Bradbury afirmó que “al ser escritor, él no había trabajado ni un día de su vida”.

Si hablamos sobre matar el tiempo realmente, la escritura es lo más cercano a eso. Inevitablemente, escribir una historia lleva muchas horas, por lo que debemos verlo como una tarea que nos complace hacer y no algo que dependiera del destino de la humanidad y te sientes desgraciado de llevar ese cargo.

Escribe lo que quieres contar en ese momento que estás postrado frente a la hoja, ya sea de lo que más está resonando en tu cabeza o que desde hace días te está acosando como si fueran tus fantasma del presente, pasado o futuro, y crees que al escribir sobre ellos te librarás de la maldición y tendrás un final feliz.

“¡Debes tomar riesgos! Tírate de un precipicio y construye tus alas mientras caes”

“Haz una lista de diez cosas que ames, diez cosas que odies y diez cosas que temas. Luego, celebra lo que amas y mata lo que odias y temes”, aconsejó Bradbury a aquellos que no tenían idea sobre qué escribir.

Las palabras de Bradbury retoman parte del cuarto consejo: la información y la creatividad no sólo lo encuentras en la lectura, sino también afuera. Hacer una lista de que te gusta, no te gusta y temes es un excelente ejercicio para auto examinarte y expulses los ángeles y demonios que llevas dentro. A través de una historia cuéntanos, por ejemplo, tu relación con la chica o chico que te gusta, las alegrías, tristezas y miedos alrededor de ella o él. La mayoría de los escritores, dejados llevar por la pasión, empiezan escribiendo su amor por una persona y es un sentimiento que se goza al expresarlo, como un caballo que te lleva galopando por el camino correcto sin necesidad de tomar las riendas.

Sin embargo, hay otros casos particulares como el de Julio Cortázar, un hombre complicado, aquejado por una singularidad de fobias que lo volvían una persona excéntrica y antisocial. El argentino, cansado de contener sus miedos, un día se le ocurrió escribir de ellos, que al terminar los escritos sentía un alivio que ningún tratamiento o medicamento le había brindado, como si se hubiera exorcizado de sus males a través de la escritura.

“No pienses”

Uno de los grandes problemas como escritores es cuando tienen la “mente en blanco”, ese momento en que la imaginación pareció dejarlos en la deriva. No es que los haya abandonado, está ahí en un rincón de tu cabeza, sólo que no la dejas fluir debido a la presión y la intranquilidad de escribir algo que en verdad sea bueno. Sin embargo, nuestro amigo Bradbury ataja la razón: “La única escritura buena es la intuitiva. Tengo un letrero que dice “¡No pienses!” justo al lado de la máquina de escribir.

“Si tu mente está en blanco es porque estás haciendo algo mal, no te estás divirtiendo”.

Bradbury después aconsejaba que para reanudar la escritura era importante retomar la línea de pensamiento que estabas llevando antes de inhibirte.

Deja a un lado la perfección, eso es algo que nunca se alcanza, y no pienses en qué les gustaría a los demás o cómo evitar caer en la idiotez. Como te lo había dicho antes, ¡sé tú mismo! Escribe lo que salga de ese corazón tuyo.

“Vive con histeria, saca de ella tus mejores historias”

“¿Qué quieres lograr con tu escritura?”, era la pregunta importante que se hacía Bradbury cuando pensaba en la razón de ser de sus historias antes de escribirlas.

Sin embargo, el principio fundamental que el escritor estadounidense tenía en el tope de la pirámide era que lo amaran por lo que hacía. “Si alguien te presta atención y te dice ‘Está bien… No estás tan loco como creen que estás’ considérate dichoso”.

Como experiencia personal, escribía sólo para mí por vergüenza a que algunos leyeran mis historias y se burlaran de ellas por la poca profesionalidad con que manejaba el surrealismo, ya que eran una mezcla de realidad y fantasía. Un día tuve el valor de publicar un cuento en mi perfil de Facebook. No esperaba un exitazo, pero tampoco que tuviera muy buena aceptación por parte de mis contactos, valorando la peculiaridad narrativa por el que los atrapó y la satisfacción con que la terminaron de leer. Claro que no a todo el mundo les gustó, pero vamos, a varios sí, incluyendo a algunos que no tenían el hábito de leer, que es lo que más me dejó al animarme a publicarlo. Esa experiencia fue el punto de partida para seguir escribiendo y compartirlas con las personas, a tal grado que ya cuento con mi propia plataforma de literatura en Facebook, un blog personal donde publico todos mis relatos.

Y tú, ¿qué esperas para emprender tu propio camino como escritor?. En el siguiente artículo verás ¿por qué Facebook te podrá ayudar en tu negocio?

“No hables sobre escribir… ¡Escribe”

Sé que este consejo debí haberlo mencionado desde el principio pero decidí dejarlo como desenlace sólo para recordarte lo más importante de todo esto: ¡escribe! Pon manos a la obra. No dejes en el olvido algo que podría maravillarnos, intrigarnos, enseñarnos, enamorarnos o cambiar nuestra perspectiva de la vida, como lo han hecho los buenos autores de la literatura.

Bradbury tuvo presente que la literatura actual está muy intelectualizada, en parte a los avances tecnológicos que facilitan al acceso de la información, aunque también veía lo comercial como un obstáculo que no permite salir luz de la verdadera identidad de la persona.

La pregunta que debe preguntarse, aseguró Bradbury, es “¿qué hago?”, pensar en “¿quién soy?”, y a partir de esa respuesta, comenzar a escribir. Recuerda que antes que ser escritor, eres un ser humano.

“No sabes lo que puedes hacer hasta que lo intentas”, dijo el escritor cuando su luz aún no se había extinguido de este mundo.

Lo mejor que puedes hacer después de terminar cada una de tus historias es compartiéndola con tus familiares, amigos, conocidos e incluso con maestros de literatura para que te den su punto de vista. Amamos tanto nuestros escritos que nos cegamos en sus errores. Otra mejor forma de hacer esto es que los publiques en tu perfil de Facebook o en blogs donde los escritores de noveles publican sus historias –de los cuales hay muchos– para que varios los lean con facilidad, o mejor aún: crea tu propia plataforma, un blog personal dedicado a tus escritos y promuévela entre tus contactos. Esa es la mejor retroalimentación para madurar como escritor.

Por último, los escritores deben tener presente dos valores que en lo personal me parecen importantes: compromiso y organización. Si tienes algo que contar a las personas, entonces ¡¿por qué sigues sin hacer nada?! Y es que no damos ese paso por temor a no hacerlo bien, pero la verdad es que la historia que empieces a escribir no será la misma cuando esté terminada, y será mejor gracias al empeño que le diste. Eso nos conduce a la organización. Todos los días tenemos muchas cosas qué hacer como ir a la escuela, al trabajo y salir con familia o amigos, pero todo se puede en esta vida. Dedícale al menos dos horas diarias a tus cuentos según cómo mejor se te acomode para darles avances o mejoras y terminarlos pronto si es posible.

De seguir este paso, llegará el momento en que te vas a dar cuenta que ya estás listo para escribir tu primera novela.

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